y de repente te entran unas locas ganas de escribir.
elegis el lugar: terraza rodeada de tus plantas que cada dia se hacen más grandes y agradecidas
Te preparás un té.
Encendés la compu y dejando que el viento te acaricie le sonreís a las teclas.
Como si esperases que la magia surja de ellas.
Y te das cuenta que no tenés nada que decir.
O más bien, lo que querés decir, es que no hay nada que decir.
Para qué sirven las palabras?
Más atrás, o más adentro de ellas, solo está uno.
Y uno, cuando es verdaderamente uno, no necesita escribirse, ni explicarse. ni manifestarse.
detrás o después o debajo de cada enfado, de cada caricia, de cada miedo, triunfo, fracaso, hay amor.
yo escribo la palabra amor igual que millones de otras personas, y vos, la lees y crees que hablo de otra cosa muy diferente a lo que yo siento que es amor, justo igual que millones de otras personas.
y es entonces cuando creo que mis ganas locas de escribir, son solo mis ganas locas de amar.